Martes 14 de febrero de 2017. S. Cirilo, monje y S. Metodio, obispo. Patronos de Europa

Lectura del santo evangelio según san Lucas

 

En aquel tiempo, Jesús designó a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo:

«La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por lo tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; yo los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa digan: “Que la paz reine en esta casa”. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: “Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios». (Lc. 10, 1-9)

 

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Una de las mayores fuentes de decepción en el apostolado es la mentalidad de “efectos instantáneos”. Quisiéramos practicar un apostolado efervescente, como las pastillas para el resfriado: las viertes en el vaso de agua, hacen “pfff”, se disuelven, y ya está.

Pero no está. Hablas de Dios a una persona, y no te hace ni caso. Sigue su vida, y, si escucha lo que le dijiste, lo almacena con otra cantidad de conocimientos inútiles que preferiría no haber escuchado.

Los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir Él. Si el apostolado de estos setenta y dos hubiera sido efervescente, no habría hecho falta que Jesús fuese después a esos lugarws, salvo para firmar el decreto de canonización de sus habitantes. El Señor te envía a que fracases. Luego viene Él, y un acontecimiento en la vida de quien te escuchó extrae del armario de los conocimientos inútiles lo que le dijiste. “¡Anda! Esto es lo que me dijo aquel pesado”. Y se cofiesa, y se convierte, y puede que tú ni te enteres porque ya pasaste de largo. Así queda claro que es Dios quien convierte las almas, no nosotros.

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