Martes 17 de mayo de 2016. VII semana del tiempo ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Marcos

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.

Les decía:

–«El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará. »

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:

–«¿De qué discutíais por el camino? »

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.

Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:

–«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. »

Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

–«El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.» (Mc. 9, 29-36)

 

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La tensión es intensa y se expone en dos niveles. La primera es la antítesis radical entre Cristo, que habla de sus sufrimientos y muerte como un camino de vida eterna, y los discípulos, que sólo piensan en hacer carrera. El segundo contraste lo sugiere el mismo Cristo con una frase lapidaria: el primero en la comunidad del Reino debe comportarse como un siervo, ser el último. Una antítesis que, acto seguido, Cristo confirma con el gesto simbólico de poner un niño, o sea, un sujeto sin derechos, en el centro. Una lección de humildad necesaria tanto religiosa como civilmente.

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