Lectura del santo evangelio según san Juan
En aquel tiempo, fuera, junto al sepulcro, estaba María, llorando. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había estado el cuerpo de Jesús.
Ellos le preguntan:
– «Mujer, ¿por qué lloras?»
Ella les contesta:
– «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, da media vuelta y ve a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dice:
– «Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?»
Ella, tomándolo por el hortelano, le contesta:
– «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré.»
Jesús le dice:
– « ¡María!»
Ella se vuelve y le dice:
– « ¡Rabboni!», que significa: « ¡Maestro!»
Jesús le dice:
– «Suéltame, que todavía no he subido al Padre. Anda, ve a mis hermanos y diles: «Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.»»
María Magdalena fue y anunció a los discípulos:
– «He visto al Señor y ha dicho esto.» (Jn. 20, 11-18)
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Muchas veces el dolor guarda en sus entrañas, como en una semilla, la alegría y la vida. Así las lágrimas de María se cambian en gozo intenso y en alegría inextinguible. Es sólo en el dolor donde triunfa el amor y es en la entrada del sepulcro donde María descubre la noticia venturosa que cambió la historia del mundo: la Resurrección. María salió a la búsqueda de un Cristo muerto pero Él se le reveló resucitado. Quien busca encuentra, Dios se deja hallar y está siempre vivo ahí donde no parece brotar una esperanza.
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