Lectura del santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo, se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó:
– ¿Qué deseas?
Ella contestó:
– Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Pero Jesús replicó:
– No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?
Contestaron: – Lo somos.
Él les dijo: – Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre.
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús, reuniéndolos, les dijo:
-Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo. Igual que el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos. (Mt. 20, 20-28)
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Era lo más lógico. Aquella madre quería lo mejor para sus hijos. Pero se equivocaba en pensar en privilegios y honores. La gloria del discípulo es la cruz del Señor, que es pequeñez, servicio y fidelidad hasta poder beber la copa del martirio. El apóstol ha sido elegido y enviado para ser testigo -con la palabra y con la vida- de Jesucristo, el Hijo de Dios
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