Martes 26 de noviembre de 2013. XXXIV semana del Tiempo Ordinario.

Lectura del santo evangelio según san Lucas

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra

y los exvotos. Jesús les dijo:

–Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será

destruido.

Ellos le preguntaron:

–Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para

suceder?

El contestó:

–Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usando mí nombre,

diciendo: «Yo soy», o bien «el momento está cerca»; no vayáis tras ellos.

Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico.

Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá enseguida.

Luego les dijo:

–Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en

diversos países epidemias y hambre.

Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. (Lc. 21, 5-11)

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¿Qué quiere Cristo? Quiere que nos dejemos de cuentos de terror y de una pasividad

estéril y vivamos velando para cuando venga, como siervos fieles, cumpliendo como

el amigo que tiene una misión en la vida. Velar no es estar en estado de terror, sino

trabajar por hacer que cada día más este Rey sea más adorado y amado; para que

el amor triunfe sobre los deseos humanos. Si el cristiano trabaja de manera firme y

constante por edificar su propia casa en la roca; si se empeña en trabajar en la viña

del Señor y sacar fruto abundante, si procura que en su casa jamás falte el aceite para

su lámpara, no sea que venga el Esposo; si se esmera en realizar cuanto le ha sido

confiado por el Dueño, como siervo trabajador, si, en fin, saca tiempo de debajo de las

piedras, hace que el templo de Dios esté en pie.

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