Martes 30 de diciembre de 2014. Día VI dentro de la Octava de Navidad

Lectura del santo evangelio según san Lucas

 

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.

Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.  (Lc. 2, 36-40)

 

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La más apropiad oración cristiana, en estos días de Navidad, es la de alabanza, unida a la gratitud. Como la profetisa Ana: bendecía y daba gracias a Dios, porque con Él llegaba la liberación del pueblo. Misterio tan grande, como el de la Encarnación del Verbo, solamente puede contemplarse en adoración permanente ante la presencia de Dios.

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