Lectura del santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, ciudad de Galilea, y los sábados enseñaba a la gente.
Se quedaban asombrados de su enseñanza, porque hablaba con autoridad.
Había en la sinagoga un hombre que tenía un demonio inmundo, y se puso a gritar a voces:
–¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: El Santo de Dios.
Jesús le intimó:
–¡Cierra la boca y sal!
El demonio tiró al hombre por tierra en medio de la gente, pero salió sin hacerle daño.
Todos comentaban estupefactos:
–¿Qué tiene su palabra? Da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen.
Noticias de él iban llegando a todos los lugares de la comarca. (Lc. 4, 31-37)
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¿Qué tiene la palabra de Jesús? ¿Y qué podemos decir de su mirada? Ni rompe, ni rasga; penetra dulce pero firme. ¿Y sus manos? Cansadas de estrechar otras manos, hambrientas de seguir bendiciendo. ¿Y sus ojos? Mira que nos están mirando, mira que le miramos. ¿Y sus pies? Llenos de idas y venidas, porque para amar hay que ir, pero para ser amado hay que volver. Jesús es todo: manos, pies, ojos para nosotros; nos acaricia, nos acaricia, nos busca, nos mira y nos ama.
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