Martes 9 de febrero de 2016. V semana del Tiempo Ordinario

Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

 

En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos letrados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras (es decir, sin lavarse las manos).

 (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes  y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas.)

Según eso, los fariseos y los letrados preguntaron a Jesús:

–¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen tus discípulos la tradición de los mayores?

El les contestó:

–Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:

«Este pueblo me honra con los labios,

pero su corazón está lejos de mí.

El culto que me dan está vacío,

porque la doctrina que enseñan

son preceptos humanos».

Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

Y añadió:

–Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: «Honra a tu padre y a tu madre» y «el que maldiga a su padre o a su madre tiene pena de muerte».

En cambio vosotros decís:

–Si uno le dice a su padre o a su madre: «Los bienes con que podría ayudarte los ofrezco al templo, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre; invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y como éstas hacéis muchas. (Mc. 7, 1-13)

 

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Jesús se mostraba compasivo, comprensivo y misericordioso ante las miserias y culpas humanas; lo que no soportaba en absoluto era la hipocresía, el uso interesado de la religión y la observancia externa que escondiera malicia interior. El relato evangélico de hoy nos muestra a Jesús polemizando con los escribas y fariseos, cuyo corazón es duro y frío aunque se cobijen bajo una religiosidad de ritos y apariencias. Observan las minucias legales sin respetar en el fondo los mandamientos. Jesús condena la fe superficial, la beatería que no toca el corazón, el alma y la conciencia.

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