Martes 17 de septiembre de 2013. 24ª semana del Tiempo Ordinario.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas

 

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando estaba cerca de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda – y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:

–«No llores. »

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:

–«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! »

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo:

–Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.

La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera. (Lc. 7, 11-17)

 

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Ante una muchedumbre solidaria con una pobre viuda que llora la muerte de su único hijo, Jesús se detiene compasivo, se acerca y le dice “no llores”. El amor de Cristo enjuga las lágrimas de los que lloran; Él lo dice en las bienaventuranzas y lo cumple consolando a quien sufre una pérdida tan fatal. Al final, Jesús devuelve el hijo muerto ya con vida a la madre. A lo mejor Jesús pensaba en ese momento en su propia Madre. “Mujer, he aquí a tu hijo: Hijo, he aquí a tu Madre”.

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