Francisco: «Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz»

El Papa Francisco ha invitado a caminar "en la luz" y ha pedido que no prevalezcan "el orgullo, la mentira y la búsqueda del propio interés", durante la homilía de la que ha sido su primera Misa del Gallo como Pontífice, que se celebra este martes en la Basílica Vaticana y que ha comenzado a las 21,30 horas.
Papa Francisco en la misa del Gallo

Papa Francisco en la misa del Gallo

Primera Misa del Gallo de Bergoglio como Obispo de Roma en la basílica de San Pedro

«Los pastores fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados»

Jesús Bastante, 25 de diciembre de 2013 a las 01:11

El Papa Francisco ha invitado a caminar «en la luz» y ha pedido que no prevalezcan «el orgullo, la mentira y la búsqueda del propio interés», durante la homilía de la que ha sido su primera Misa del Gallo como Pontífice, que se celebra este martes en la Basílica Vaticana y que ha comenzado a las 21,30 horas.

«También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera», ha advertido el Pontífice.

Así se ha referido a la profecía de Isaías – el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande _que «no deja de conmover» pues no se trata solo de algo «emotivo, sentimental» sino que dice «la realidad» de un pueblo que camina y tiene a su alrededor y dentro de él «tinieblas y luces».

«En esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver», ha subrayado.

Concretamente, se ha centrado en el verbo ‘caminar’ que hace pensar «en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán», a quien Dios llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. «Desde entonces, –ha subrayado– nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida«.

Por parte del pueblo, en cambio, ha precisado que «se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante».

Pero en esta noche, según ha recordado, aparece Jesús, que pone «su tienda» entre todos, para «librar» a los hombres y mujeres «de las tinieblas» y darles «la luz». «No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros», ha puntualizado.

Además, Francisco ha señalado que los pastores fueron «los primeros» que vieron esta «tienda», que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús, precisamente «porque eran de los últimos, de los marginados» y también «porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño». Con ellos, el Papa ha invitado a quedarse en silencio ante el Niño.

Asimismo, ha exhortado a compartir en esta Noche la alegría del Evangelio y ha celebrar que Dios ha dado a su hijo como «luz para las tinieblas». Asimismo, ha repetido las palabras del Señor: «No temáis». «Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz», ha concluido.

Una decena de niños en representación de los cinco continentes depositaron unas flores delante del Niño Jesús. Al finalizar la eucaristía, el pontífice tomó en sus manos la imagen del Niño y lo llevó en procesión hasta el Belén de la basílica.

Este año el tradicional Belén vaticano es obra de un taller napolitano y tiene como telón de fondo la región de Campania, donde se encuentra la ciudad del Vesubio. Los 16 personajes que lo forman representan todas las clases sociales y las edades de la vida, y reproducen desde una joven noble hasta una anciana o una gitana. La colocación del Belén y del árbol a los pies del obelisco en la Plaza de San Pedro, es una tradición que comenzó en 1982 por deseo de Juan Pablo II y que Francisco ha querido mantener en sus primeras Navidades como Obispo de Roma.

Más de 65 televisiones y radios de todo el mundo han retransmitido en directo la homilía presidida por el santo padre en la basílica vaticana. Había expectación por asistir en persona a la primera Misa del Gallo del Pontífice argentino y desde muchas horas antes, la Plaza de San Pedro estaba llena de fieles y turistas llegados de todas las partes del mundo.

 

Homilía de Francisco en la Misa del Gallo

«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1).
1. Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor -y también dentro de nosotros- hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver.
Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y de pueblo errante.
También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano -escribe el apóstol San Juan- está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11).
2. En esta noche, como un haz de luz clarísima, resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2,11). La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen, Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz. En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.
3. Los pastores fueron los primeros que vieron esta «tienda», que recibieron el anuncio del nacimiento de Jesús. Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su rebaño. Con ellos nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso, y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente, y te has hecho débil.
Que en esta Noche compartamos la alegría del Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una vez más: «No teman» (Lc 2,10). Y también yo les repito: No teman. Nuestro Padre tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es nuestra paz. Amén.

 

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