Lectura del santo Evangelio según San Juan
En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo:
-Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. (Jn. 3, 13-17)
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La Cruz es el signo del cristiano por excelencia. Dejó de ser un vil instrumento de muerte y símbolo de humillación; dejó de representar el castigo por la transgresión de la ley, y con el suplicio de Cristo en ella se convirtió en “trono” de gloria, en “altar” de sacrificio, en “bandera” de victoria, en “señal” elevada que indica el camino al cielo; es que en la Cruz el Hijo salvó al mundo. Un crucifijo en el pecho dice mucho: es la evocación del amor redentor que se vuelve donación y entrega incondicional y lección humilde de donación divina.
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