Martes 1 de diciembre de 2015. I semana de Adviento

Lectura del santo evangelio según san Lucas

 

En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús:

–«Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla.

Sí, Padre, porque así te ha parecido bien.

Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»

Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte:

–« ¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»  (Lc. 10, 21-24)

 

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Sin hambre de justicia, sin pasión por la paz, no se recorrerá el camino del Adviento, no será posible la Navidad. Por eso, con la Iglesia, vamos repitiendo el estribillo de nuestro deseo: “Que en sus días florezca la justicia, que la paz abunde eternamente”. Este misterio, el de Cristo Jesús, en el que se manifiesta al hombre la bondad de Dios, el Padre lo ha escondido a sabios y entendidos, y se lo ha revelado a la gente sencilla. Sólo la gente sencilla entiende de esperanza y de Navidad, sólo la gente sencilla entiende de Iglesia y de Eucaristía.

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