Martes 14 de abril de 2015. II semana de Pascua

Lectura del santo evangelio según san Juan

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

– «Te lo aseguro, tenéis que nacer de nuevo; el viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu.

Nicodemo le preguntó:

– ¿Cómo puede suceder eso?

Le contestó Jesús:

–«Y tú, el maestro de Israel, ¿no lo entiendes? Te lo aseguro, de lo que sabemos hablamos; de lo que hemos visto damos testimonio, y no aceptáis nuestro testimonio. Si no creéis cuando os hablo de la tierra, ¿cómo creeréis cuando os hable del cielo? Porque nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.». (Jn. 3, 5a. 7b-15)

 

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No es magia, es fe. Muchos miraron al crucificado que el amor de Dios había levantado a la vista de todos. Es posible mirar y reír, mirar y blasfemar, mirar y crucificar, mirar y compadecerse, mirar y creer. Sólo el que cree encontrará palabras para abrir la puerta del paraíso; sólo el que cree encontrará luz para adentrarse en el camino que lleva a la vida de Dios; sólo el que cree podrá nacer de nuevo, nacer del agua y del Espíritu, nacer de Dios. En la Eucaristía que celebramos, miramos a Cristo glorificado: oímos su palabra, la guardamos en el corazón, comulgamos con Él, creemos en Él, y recibos con Él el sacramento de la vida eterna

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