Martes 17 de enero de 2017. II semana del Tiempo Ordinario. San Antonio, abad, memoria obligatoria

Lectura del Santo Evangelio según San Mateo

 

En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó:

–Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno, para obtener la vida eterna?

Jesús le contestó:

–¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

Él le preguntó:

–¿Cuáles?

Jesús le contestó:

–«No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo».

El muchacho le dijo:

–Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?

Jesús le contestó:

–Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.

Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

Entonces, Jesús dijo a sus discípulos:

–Creedme: difícilmente entrará un rico en el Reino de los Cielos. Lo repito: Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos.

Al oírlo, los discípulos dijeron espantados:

–Entonces, ¿quién puede salvarse?

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

–Para los hombres es imposible; pero Dios lo puede todo. (Mt. 19, 16-26).

 

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Antonio, monje y padre de monjes, nació en Egipto hacia el año 250. Fiel a la Palabra del Señor: “si quieres ser perfecto… vende lo que tienes…”, distribuyó todos sus bienes entre los pobres y se retiró a la soledad. Tuvo muchos discípulos, y su fama de santidad se extendió por toda la Iglesia.

Fue a Alejandría a confortar a los confesores de la fe durante la persecución de Dioclaciano; al final de su vida, ayudó a S. Atanasio en la defensa de la fe contra los arrianos. S. Atanasio escribió su vida. Murió el año 356.

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