Martes 21 de febrero de 2017. VII semana del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos

 

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.

Les decía:

–El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará.

Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.

Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:

–¿De qué discutíais por el camino?

Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.

Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:

–Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.

Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:

–El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.» (Mc. 9, 30-37)

 

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El silencio requiere una interpretación. Hay quien calla como un sabio y hay quien calla como un muerto. No es lo mismo callar para escuchar a quien habla, y medir las palabras para decir sólo lo oportuno, que callar por miedo cuando es preciso confesar la fe o defender al inocente.

Cuando Jesús anunciaba a sus discípulos su Pasión, a ellos les daba miedo preguntarle. No querían hablar de ello, porque no estaban dispuestos a aceptar semejante destino. Preferían hacer como si Jesús no hubiera dicho nada, tener sus palabras como no pronunciadas, y hablar de otra cosa… Eso es callar como muertos.

Cuando Jesús les preguntó: ¿de qué discutíais por el camino?, ellos no contestaron, pués habían discutido quien era el más importante. He ahí la “otra cosa” de la que prefirieron hablar, mirando al punto opuesto del que les señalaba Jesús. Ante la pregunta del Maestro, sintieron vergüenza y no contestaron. Eso también es callar como muertos.

Mientras le interrogaba el sanedrín, Jesús callaba (cf. Mc. 14, 61). Cuando Herodes le interrogó, Jesús no respondió nada (Lc. 23, 9). Callaban sus labios para que hablase su vida y gritase su muerte. Así calla Dios.

Hay silencios y silencios.

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