Lectura del santo evangelio según san Marcos
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon del monte y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos.
Les decía:
–«El Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle.
Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó:
–«¿De qué discutíais por el camino? »
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
–«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
–«El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado» (Mc. 9, 30-37)
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¡Cómo lo iban a comprender, si los discípulos todavía no habían dejado la preocupación por sus propios intereses! Cristo les hablaba de su ilimitada y generosa entrega, y ellos, preocupados por tener importancias y primacías. En esta casa de Dios los primeros son los últimos, y los amos, servidores. No entendían y no querían preguntar. Tenían miedo a la responsabilidad de una conversión que les obligaría a seguir a Cristo de una manera incuestionable.
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