Martes 26 de abril de 2016. S. Isidoro de Sevilla, obispo y doctor

Lectura del santo Evangelio según San Mateo

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con que la salaran? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.» (Mt. 5, 13-16)

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La figura de San Isidoro de Sevilla se entiende mejor a partir del texto de hoy, tomado del sermón de la montaña. Jesús recurre a tres símbolos elocuentes para definir al verdadero discípulo. Es como la sal que da sabor a cada acontecimiento; la palabra sabiduría deriva del verbo saber, que significa tener sabor, gusto, profundidad…, no basta un mero conocer teórico. El cristiano debe ser, también, un punto de referencia para quien busca la meta, como lo es la ciudad en lo alto del monte. Finalmente, está llamado a ser la lámpara que rasga las tinieblas e indica el camino recto.

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