Lectura del santo Evangelio según San Juan
En aquel tiempo, dijo Jesús a Tomás:
–«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.»
Felipe le dice:
–«Señor, muéstranos al Padre y nos basta.»
Jesús le replica:
–«Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: «Muéstranos al Padre»? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre; y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.». (Jn. 14, 6-14)
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Ingenua pretensión de Felipe: ver al Padre. La misma de Moisés en la Tienda del Encuentro, cuando pedía a Dios que le dejara ver su rostro. Más hermosa aún la fe del evangelista que escribe estas líneas: ni Abraham ni Moisés conocieron a Dios cara a cara, pero el milagro de Jesús consiste en que nuestros ojos pueden ver a Dios porque su hijo es de carne y hueso, y es como su Padre. En adelante, el deseo de Felipe está de sobra. La respuesta de Jesús significa: “miramé, Felipe, porque no vas a ver nada más, y esto te basta” .
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