Lectura del santo evangelio según san Lucas
En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. (Lc. 2, 36-40)
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La más apropiad oración cristiana, en estos días de Navidad, es la de alabanza, unida a la gratitud. Como la profetisa Ana: bendecía y daba gracias a Dios, porque con Él llegaba la liberación del pueblo. Misterio tan grande, como el de la Encarnación del Verbo, solamente puede contemplarse en adoración permanente ante la presencia de Dios.
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