Martes 4 de noviembre de 2014. San Carlos Borromeo, obispo.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas.

 

En aquel tiempo, uno de los comensales dijo a Jesús:

–¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!

Jesús le contestó:

–Un hombre daba un gran banquete y convidó a mucha gente; a la hora del banquete mandó un criado a avisar a los convidados:

–Venid, que ya está preparado.

Pero ellos se excusaron uno tras otro.

El primero le dijo:

–He comprado un campo y tengo que ir a verlo. Dispénsame, por favor.

Otro dijo:

–He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas. Dispénsame, por favor.

Otro dijo:

–Me acabo de casar y, naturalmente, no puedo ir.

El criado volvió a contárselo al amo.

Entonces el dueño de casa, indignado, le dijo al criado:

–Sal corriendo a las plazas y calles de la ciudad y tráete a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos.

El criado dijo:

–Señor, se ha hecho lo que mandaste y todavía queda sitio.

Entonces el amo dijo:

–Sal por los caminos y senderos, e insísteles hasta que entren y se me llene la casa.

Y os digo que ninguno de aquellos convidados probará mi banquete. (Lc. 14, 15-24)

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Una sorprendente contradicción entre el deseo y la conducta. Quieren ser invitados a la cena y, después, no acuden a ella. Es que el deseo era nada más que de boquita pequeña, no había sinceridad. El voluntarismo no es suficiente. Hace falta la coherencia entre lo que se quiere y lo que se hace. Y servir a Dios y al necesitado como ellos desean ser ayudados.

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