Martes 5 de julio de 2016. XIV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo

 

En aquel tiempo, llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada:

–Nunca se ha visto en Israel cosa igual.

En cambio, los fariseos decían:

–Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios. Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dijo a sus discípulos:

–La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies.  (Mt. 9, 32-38)

 

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El milagro no despierta necesariamente la fe en quienes lo contemplan, incluso si Jesús exige la fe del enfermo para realizarlo. En la curación del mundo hay dos reacciones: por un lado, la multitud que se sorprende ante una fe tan grande; por otro lado, los fariseos que se obstinan en no reconocer a Jesús y sí en calumniarlo. Cristo sigue su camino, regala su palabra, realiza sus obras salvíficas. La raíz de todo está en la “compasión” que nace de sus entrañas maternales (según el texto originas). Jesús siente misericordia ante tanta humanidad dispersa, perdida e infeliz.

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