Martes 7 de julio de 2015. XIV semana del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Mateo

 

En aquel tiempo, llevaron a Jesús un endemoniado mudo. Echó al demonio, y el mudo habló. La gente decía admirada:

–Nunca se ha visto en Israel cosa igual.

En cambio, los fariseos decían:

–Este echa los demonios con el poder del jefe de los demonios. Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, anunciando el evangelio del Reino y curando todas las enfermedades y todas las dolencias. Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, «como ovejas que no tienen pastor». Entonces dijo a sus discípulos:

–La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad, pues, al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. (Mt. 9, 32-38)

 

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Lo habías oído en los días luminosos de la Pascua: “Yo soy el buen pastor”. Ahora puedes entrar en el misterio que estas palabras develan y guardan. Jesús es el buen pastor, pues expulsa demonios, enseña en las sinagogas, cura enfermedades y dolencias. Jesús es tu pastor, pues Él te ha dado su Espíritu, y ha soltado tu lengua para que alabes a Dios por las obras grandes que ha realizado en ti. Porque es tu pastor, Jesús te da su palabra, con la que te guía en el camino, te su pan, que te fortalece en los días de tu peregrinación a la tierra prometida. Porque Jesús es tu pastor, a ti no te llamarán abandonada; tu nombre es “compadecida”, tu nombre es “agraciada”, tu nombre es “amada”.

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