Lectura del santo Evangelio según San Lucas
En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente y, al pasar por los pueblos, otros se iban añadiendo.
Entonces les dijo esta parábola:
–Salió el sembrador a sembrar su semilla.
Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron.
Otro poco cayó en terreno pedregoso, y, al crecer, se secó por falta de humedad.
Otro poco cayó entre zarzas, y las zarzas, creciendo al mismo tiempo, lo ahogaron.
El resto cayó en tierra buena, y, al crecer, dio fruto al ciento por uno.
Dicho esto, exclamó:
–El que tenga oídos para oír, que oiga.
Entonces le preguntaron los discípulos:
–¿Qué significa esa parábola?
El les respondió:
–A vosotros se os ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios; a los demás, sólo en parábolas, para que viendo no vean y oyendo no entiendan.
El sentido de la parábola es éste:
La semilla es la Palabra de Dios.
Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la Palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al escucharla, reciben la Palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.
Lo que cayó entre zarzas son los que escuchan, pero con los afanes y riquezas y placeres de la vida, se van ahogando y no maduran.
Lo de la tierra buena son los que con un corazón noble y generoso escuchan la Palabra, la guardan y dan fruto perseverando. (Lc. 8, 4-15)
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No deja de sorprender aquello de hablar en parábolas. No hay que extrañarse. Dios tiene su propio lenguaje para hacerse entender. Los misterios más grandes y hermosos se los manifiesta a los sencillos: los que comprenden el disgusto del sembrador por las piedras y las espinas; el del pastor que pierde la oveja; el del padre que veía cómo se alejaba su hijo…
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