Sábado 27 de marzo de 2016. II semana de Cuaresma. Quinto día de Quinario

Lectura del santo evangelio según san Lucas

 

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:

– «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.»

Jesús les dijo esta parábola:

– «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:

«Padre, dame la parte que me toca de la fortuna.»

El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo habla gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo:

«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros.» Se puso en camino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo:

«Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo.»

Pero el padre dijo a sus criados:

«Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.»

(Lc. 15, 1-3. 11-24a)

 

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Sólo Lucas, «el escritor de la masedumbre de Dios», recoge esta parábola que no se centra tanto en el pecar del hijo pródigo, como en el pródigo amar y perdonar del Padre. El relato podrían también titularse: la parábola de los dos hijos; de hecho, en ellos se descubren comportamientos presentes en nuestras comunidades y quizá en nosotros mismos. Prmero, está el hijo pecador que regresa, se convierte y confiesa su culpa. Después, el primogénito, altanero, seguro de sí y encerrado en su egoísmo de persona intachable. A diferencia del Padre, este hijo no sabe amar ni perdonar.

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