Martes 10 de enero de 2012. 1ª semana del Tiempo Ordinario.

Lectura del santo Evangelio según San Marcos.

 

Llegó Jesús a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su enseñanza, porque no enseñaba como los letrados, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar:

–¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: El Santo de Dios.

Jesús lo increpó:

–Cállate y sal de él.

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió.

Todos se preguntaron estupefactos:

–¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen.

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.» (Mc. 1, 21-28)

 

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Quien lleva consigo el Espíritu de Dios y lo derrama –como nuevo bautismo- causa admiración. Su palabra es de fuego y está llena de energía. Nadie habla como Él. En la sinagoga, Jesús tiene su primer enfrentamiento con el mal. Los más sensibles a su presencia son lo espíritus impuros: se sienten amenazados y perdidos. La gente se admira del poderío de la palabra de Jesús sobre ellos y de cómo le obedecen. Con la misma persona de Jesús Dios comienza su Reino: el Espíritu Santo, derramado abundantemente, purifica la tierra y la vuelve “tierra santa”. También hoy el Espíritu del Señor llena la tierra. Los malos espíritus, por muy poderosos que se muestren, tiemblan ante tanto poder. Cuanto más cerca de Jesús, más preservados estamos del mal.

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